Un día lo vimos levantar su puño derecho, arrastrar su ropaje, su barba, ese andar fuera de brújula, fuera de tierra. Un día lo oímos gritar «revienta, mierda, revienta», y también, a todo volumen su fabulación por los átomos de colores. Un día supimos que se llamaba Octavio, alias “El Padre”, eterna víctima, huérfano de hermanos, el olvidado y marginado por la sociedad piurana y el Estado peruano.
Oímos que era loco. Pero ya sabemos que la locura es la cordura de los distraídos, de los que se cansaron de buscar y no encontraron nada. Un día le perdimos el rastro, ya no estaba el celoso guardián de las capillas, el conversador de los postes y las veredas, el turista de la noche. Pero ahí estaba, en una cama de un hospital, solo con su impecable soledad, esperando paciente que se termine esa dolorosa melodía. Algún día vas a escuchar de él, vas a leer sobre él. Desearás haber hablado con él. Pero nunca habrá sido demasiado tarde como para saber quien es él.
Pudo ser una de las mejores mentes del país y terminó como un indigente. Deambula sin rumbo desde hace décadas, pero el último 24 de diciembre del 2016 dos amigos suyos temieron que iba a morirse de lo anémico que lucía en la vereda de la Avenida Ramón Castilla, esquina con Tacna, del distrito de Castilla (Piura)
Aquella mañana Octavio Ubaldo Zapata Albán (68) fue llevado de emergencia al hospital Santa Rosa, se veía no solo harapiento, estaba casi moribundo y en lugar de larga cabellera, lucía con poco pelo, sin barba y tenía varias hinchazones en el cuerpo.
Mario Navarro, un joven pintor que hace unos años organizo un evento para ayudarlo, tuvo que correr desesperado hasta la Comisaría de Castilla en busca de un patrullero para que lo traslade hasta un establecimiento médico. Ese día llegó con 4 de hemoglobina, no podía moverse, estaba irreconocible y se temía lo peor, pero lo salvaron.
Estuvo internado en la cama 10 de la Unidad de Cuidados Intensivos del hospital Santa Rosa por varios días. “Estoy vivo. Aún no estoy en la dimensión de la antimateria”, repite Octavio, Mangache de pura cepa e hincha acérrimo del Sport Escudero, un equipo que tiene como sede a pocos metros de la Parroquia Santísima Cruz del Norte, y solía acudir a los estadios donde gritaba sus goles. Nacido del tronco memorable de los Albán, en el barrio norte, tiempo después su familia lo espera en la avenida Progreso del distrito de Castilla, donde vive su madre Dalinda de casi 90 años de edad.
Cuando lo visitamos y hablamos con él, su memoria recorre el mundo acompañado de grandes personajes. Hace un recuento de los amigos y las lágrimas humedecen sus pupilas apuntando a decir “Se murió papá Fidel”. Con sus dedos de uñas recortadas aflora el hombre con una sintonía tan humana que hace llorar sus angustias y añora los años de juventud. Ya no fuma ni lo consume la soledad, está acompañado de sus amigos y de su primo Martín Márquez.
Muchos creen que es un personaje indigno de su atención. Se equivocan, detrás de su melena despeinada y sus harapos hay un mundo que encierra una fabulosa y trágica historia, la de una mente brillante. Confeso comunista, revolucionario, sufrió la tortura política que lo postró en las calles de Piura, su ciudad natal.
Domina cinco idiomas y habla perfectamente el Alemán, francés, Quechua, serbocroata (de la desaparecida Yugoslavia)y el ingles. Octavio cuenta que niño era canillita y vendía periódicos como EL Tiempo, Correo y La Industria (Cuando aún editaba en Piura y su sala de redacción estaba ubicada en la calle Lima). Es el mayor de 11 hermanos, fue campeón regional de salto alto cuando estudiaba en la Gran Unidad Escolar San Miguel de Piura.
Luego viaja a lima. Cuenta su primo Martín Márques que en1968 se desempeñó como académico de las aulas de la Universidad Nacional de Ingenieria (UNI) y que residían en la Calle Jorge Chávez, en un edificio de cinco pisos del populoso distrito de Breña (Lima), donde le enseñaba la materia de matemática. Mientras conversó con Martín, Octavio esta pensativo y meditabundo, las lagrimas han empezado a recorrer sus mejías y llegan hasta sus labios, pareciera estar noctámbulo, como huido en el tiempo y recorriendo la ciudad a pasos agigantados. Pero luego vuelve y dice "No quiero recordar está mierda, es lo que nos ha consumido y nos desaparecerá".
Matín me dice que sus recuerdos lo pueden estar atormentando y es por eso que las lagrimas caen como las gotas de lluvia y luego quedan en el olvido. Dice que el joven Octavio era muy inquieto, imperativo y a veces salia de su vivienda y regresada después de varios días y que posteriormente viaja a Alemania, en Bremen estudia Ciencias Políticas.
El políglota decidió luego enrolarse en las filas del proyecto político de Salvador Allende en Chile, con quien había hecho amistad en Europa. Allende accede al poder como el primer presidente marxista del mundo. Sin embargo, terminaría derrocado por un golpe de Estado, y sus seguidores, entre ellos Octavio, perseguidos y capturados. Fue sometido a torturas y a una lobotomía, Octavio tiene pasaporte alemán y fue el que lo salvó aquel día de morir. Martín Marquéz, refiere que fue rescatado por Annistia Internacional y expulsado a Alemania.
Regresa al Perú en 1982 e ingresó como paciente al Centro de Reposo de Enfermos Mentales de Piura y Tumbes (Crempt) al que abandono meses después de haber ingresado. En 1983 llegó triunfante e imponente de la mano de algunos políticos, quienes despliegan una campaña de solidaridad con alimentos y medicinas para las regiones afectadas por las lluvias de aquel año.
Cuentan sus amigos cercanos que desde los años 90 permanecía en la calle. Después de 35 años regresa al Centro San Juan de Dios de Castilla (ex Crempt) donde se recupera y juega sus infaltables partidas de ajedrez y comparte sus tertulias como si fuera el último de sus días.
Foto portada: Sandra Castillo.
Una parte de está crónica fue publicada en Diario El Tiempo