Reina la limpieza en las largas playas vacías a una actividad humana frenética, ni siquiera la bulla me previno de una caleta llena de embarcaciones y de personas activas, porque todo, extrañamente, estaba en silencio.
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Al caminar entre las dunas del desierto del centro poblado de La Tortuga, las fragatas y las gaviotas contrastaban como pájaros negros y espectrales en el gris del cielo. Hacía el norte se encuentra el pueblo de La Islilla junto a la Isla Foca, hacia el sur las playas de San Pedro, conectados todos ellos por una pista de tierra que sortea el acantilado y se pierde en la inmensidad del tablazo. 

El pueblo está ubicado a unos 40 minutos de Paita y se puede llegar en servicio de minivan por solo cinco soles. La ciudad aún es pequeña y alberga a unos 5 mil habitantes. No hay hospedaje para pernoctar, cuenta con cuatro restaurantes y servicio de mototaxis para movilizarse en la zona. El pueblo está rodeada por las playas la Casita, El Lobo y más al norte está El Cenizo. Estos lugares aún inexplorados por los turistas, están rodeados de arena blanca que se fusiona con la roca de colores siena de los acantilados.

En los acantilados resalta el color siena. 

En las playas reina la calma y el silencio, es perfecto para caminar sorteando las olas y perderse en la inmensidad de la playa El Lobo. La gente simplemente trabaja en la zona de descarga de las embarcaciones pesqueras. El hombre se siente invisible entre las aves espectrales, el jadeo de las olas, reina la limpieza en las largas playas vacías a una actividad humana frenética, ni siquiera la bulla de lacaleta llena de embarcaciones artesanales y de personas activas desconcentran al veraneante. 

Aquí, las aves marinas se estrellan contra el agua, parecen flechas, pero solo están en horario de pesca, es un concierto de colores en medio del océano. No hay parejas de enamorados ni carpas que ocupan las playas, menos vendedores ambulantes que convierte los balnearios en basurales. Los más aventureros pueden escalar los acantilados multicolores y sentir la frescura de la brisa marina.

En esta zona, caleta La Tortuga, aún se puede ver a los hombres de mar salir a sus faenas de pesca en las embarcaciones tradicionales, las Balsillas o chalupas. El viento es más intenso en las tardes y revientan contra el acantilado. Los jóvenes de la zona suelen darse un chapuzón, se entretienen en las cálidas aguas y practican la pesca selectiva, caza con anzuelo, y luego se pierden entre las aves y los barcos artesanales que llegan a cada hora a descargar pescado.

Los pescadores siguen usando las balsillas o chalupas para cazar peces. 

La población de La Tortuga, asentado sobre el tablazo, contempla el ocaso del sol mientras a los lejos las embarcaciones bambolean en altamar, el viento se estrella contra las rostros de los jóvenes que corren, a veces descalzos, y terminan llenos de arena.